El sábado subimos esta foto a nuestra página de Facebook.
Son María Antonia y Javier, los dueños de la casa rural, llevando a su nieto a ver las ovejas en las eras de Espeja de San Marcelino, nuestro pueblo.
Las ovejas son de Jesús, el pastor de Espeja, de quién un fotógrafo experimentado hizo un reportaje hace ya unos años. Lo tenéis aquí.
Ha sido con diferencia la publicación más exitosa que hemos hecho en esa red social desde que abrimos la página en 2010. La han compartido 5 veces y tiene unos 70 «me gusta». Puede parecer poco comparado con las cifras de grandes empresas, pero teniendo en cuenta que somos una empresa familiar en un pueblo poco conocido, con 56 habitantes censados, muchos de los cuales no conocen Facebook, a nosotros nos parece enorme.
Las cosas sencillas
La foto la tomé yo, Silvia, la hija de María Antonia y Javier. El niño es mi sobrino.
Nací en Madrid donde trabajaban mis padres, que ahora han vuelto al pueblo. Pasé gran parte de los fines de semana y vacaciones de mi infancia en ese acogedor rincón de la provincia de Soria llamado Espeja, he tenido épocas de ir más y menos a menudo, pero siempre he mantenido la conexión con el campo y la necesidad de cambiar la ciudad por la naturaleza frecuentemente.
Cuando voy al pueblo me gusta recorrer los lugares con más encanto tomando fotos para esta página web. Esta foto la tomé para mi misma, porque me parecía una escena tierna y un buen recuerdo para mi sobrino. La subí a Facebook porque esta semana no había tenido tiempo de hacer muchas más fotos, y porque me parecía bonita aunque pensaba que no causaría gran interés.
Para mí es algo muy normal. De pequeña a mi también me llevaban a ver animales, y al pinar a por setas y a por piñas. En cuanto crecí un poco me dejaron mucha libertad por el el pueblo, iba con la bici donde quería, iba a ver los animales, corría por el frontón, iba de puerta en puerta llamando a casas de mis amigas..
Mi mejor amiga, de Madrid, no tiene pueblo. Cuando era pequeña vino con nosotros a Espeja un fin de semana, y en el camino de repente gritó «¡un tractor!». Lo recordaré siempre. Para ella era la primera vez que veía maquinaria agrícola, y para mí la primera que me daba cuenta de que no todo el mundo había vivido lo mismo que yo.
Cada vez hay más gente «sin pueblo». Pero la gente necesita la naturaleza, su tranquilidad, su ritmo lento y su belleza. Creo que a eso se debe el auge de las casas rurales. Por un lado, proporcionan un sitio donde reunirse con los amigos y la familia a precios muy competitivos. Por otro, permiten disfrutar del aire libre, la libertad, las cosas sencillas y los pequeños placeres de la vida rural que aún persiste en estas pequeñas aldeas.
Y por eso..
Nos encanta que venga gente a nuestro pueblo. Que lo conozca, que lo disfrute, y que no lo deje morir. María Antonia siempre que puede lleva a los niños a ver a sus gallinas, igual que hace con su nieto.
Espero que esta imagen de un niño descubriendo el campo se repita muchas, muchísimas más veces. Siempre.