A principios del siglo XV en la villa de Espeja de San Marcelino (Soria) se funda el Convento de Santa María regentado por frailes Jerónimos, hecho que tuvo gran relevancia para la comarca. Está situado cerca del pueblo de Guijosa, cogiendo el primer camino a la derecha al salir del pueblo en dirección a Espeja.
Fundación del Convento de los Jerónimos
Se fundó en 1401 por el cardenal y obispo de Osma Don Pedro de Frías. Don Diego de Avellaneda, obispo de Tuy, fue uno de los principales benefactores para su construcción, comprando los altares laterales del crucero de la iglesia para construir en ellos su sepulcro y el de sus padres. También construyó un palacio para él y su familia anexo al presbiterio de la iglesia, todo ello empleando el jaspe de las canteras de la zona. Actualmente, el sepulcro de Don Diego está expuesto en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
La iglesia, edificada en el siglo XVI, era de estilo gótico con planta de cruz latina y la cabecera orientada hacia el este. El padre Juan Manuel López la describió en 1917 así: «buena combinación de luces y armónicas proporciones; mide por dentro unos 45 metros y medio de longitud por 25 de ancho en el crucero, y en relación conveniente está la altura o elevación . Una verja de hierro, elegante y sencilla, cierra la capilla mayor. El ábside y el crucero, con bóveda de cúpula cerrada, rebajada la del primero y de media naranja la del segundo, son de estilo neoclásico o del renacimiento, con adornos sencillos de forma geométrica, enlazados, muy semejantes a los del panteón, sacristía y escalera principal del monasterio de Santa María de la Vid, de la misma época (s. XVII) y quizá del mismo autor o arquitecto, lo que no tiene nada de particular sabiendo que fueron los mismos los principales bienhechores de ambas comunidades: los señores de la casa y apellido de Avellaneda. Lo restante de la iglesia es de estilo ojival florido con ostentosos y muy salientes remates en las claves de los arcos.»
José María Martínez Frías, partiendo del análisis de una foto de 1936, escribió: “que la planta de la iglesia era de cruz latina y que la nave estaba dividida en cuatro tramos individualizados al exterior a través de sencillos y lisos contrafuertes rectangulares. En el último tramo, en el lado del evangelio se abría una portada renacentista, distribuida con arreglo a un patrón muy difundido en la segunda mitad del siglo XVI. Los muros eran de mampostería, excepto en el tramo final de la nave, donde creemos observar labor de sillería.” Es importante aclarar que para cuando ambas personas visitaron la iglesia, probablemente ya había sufrido varias modificaciones sobre su estado original.
El convento de los jerónimos tenía dos claustros de doble arquería, uno para los monjes y otro para la hospedería. La finca, además del edificio con la iglesia, el espacio habitable para los monjes y la hospedería, contaba con huertos, graneros y corrales. Siguiendo la tradición de la zona como describimos en la página Visitar un colmenar, tenía además numerosas colmenas, algunas de las cuales aún se conservan. La tradición dice que los huesos de San Marcelino, un martir cristiano muerto en el año 303 durante la persecución de Diocleciano, fueron a descansar a este monasterio.
Como curiosidad, mencionar que el 3 de junio de 1659 pasó la noche en este lugar el obispo de Osma D. Juan de Palafox y Mendoza, beatificado en 2011 por protagonizar una serie de milagros, entre ellos el que aconteció en este convento. Cuentan que mientras estaba en su celda se le apareció un amigo suyo ya fallecido y le anunció que moriría en poco tiempo. Tras esto, muy impresionado, pasó la noche rezando en la iglesia. El 1 de octubre de ese mismo año falleció en el palacio episcopal de El Burgo de Osma.
A este respecto Fray Pablo de los Reyes relata en el siglo XVIII
«Dios sabe que el dicho siervo -D. Juan de Palafox- tuvo algunas apariciones y visiones celestiales, como fueron una en el dicho Convento de S.Jerónimo de Espeja, donde se hallaba el Venerable Siervo de Dios -aúnque no sabe en que año-, y estando para recogerse en su dormitorio -que era la celda prioral, en que el testigo ha vivido algunos años, y en donde había una pintura de S.Jerónimo-, le habló al siervo de Dios y le dijo: Juan, sal de la alcoba, porque se desploma, y luego que salió se cayó el techo de ella, con que se verificó el suceso …[12]
[…] Y otra fue que hallandose el dicho Siervo de Dios en el referido Convento de San Jerónimo de Espeja, para visitar los lugares comarcanos, y estando una noche en la oración que comunmente tenía antes de recogerse a descansar el poco tiempo que acostumbraba, en la misma celda prioral oyó una voz que salía de la misma pintura de San Jerónimo[13] que le decía: Juan ve a morir a Tu Esposa, y al día siguiente se restituyó a su palacio episcopal, y habiéndole dicho antes el prior, que a la sazón era del convento que como aceleraba su viaje, cuando había manifestado detenerse más tiempo, respondió: su Santo tiene la culpa, y pocos días después murió el dicho servio de Dios, y sucedió esto en el año de mil y seiscientos y cincuenta y nueve, aunque no se acuerda el mes ni el día, y lo sabe por ser asimismo noticia constante en el dicho convento y en toda la orden de San Jerónimo, y por tal la ha oido el testigo a los religiosos».
De este modo, con el paso de los años los monjes de Espeja difundieron también otros sucesos prodigiosos protagonizados por el Obispo en ocasiones anteriores que fueron transmitidos de viva voz a las nuevas generaciones de novicios, dando lugar a lo que se denomina «tradición jerónima». El Convento se convirtió así en centro de irradiación palafoxiana, actuando de propagadores tanto los que atendían las parroquias cercanas, como los que se trasladaban a cumplir sus votos a cualquier otro Convento. Todo esto se relata en la «Historia de la villa de Espeja» de Eugenio Delgado.
Desamortización y estado actual
Durante la desamortización de mediados de siglo XIX el convento se abandonó, y en 1835, con la expropiación y subasta de los bienes eclesiásticos, empieza su decadencia, hasta que fue demolido tras la Guerra Civil en 1939.
Los huesos de San Marcelino fueron trasladadas a la iglesia parroquial de Espeja, donde aún se conservan. Desde entonces la villa recibió el apellido que hoy ostenta y las fiestas se dedican a este santo, celebrándose el 2 de junio.
En la actualidad la parte más visible del convento de los jerónimos que se conserva es la pared posterior de la iglesia, con el escudo heráldico de Don Diego de Avellaneda. También se conservan unas pocas ruinas de algunos edificios de alrededor, la fuente que suministraba agua al convento, algún puente y restos del muro que bordeaba la finca, y es frecuente encontrar sus piedras talladas reutilizadas en edificaciones del entorno.
Estas ruinas se han convertido en el emblema del pueblo de Guijosa, y en zona de descanso y esparcimiento para los lugareños, con unas mesas y sillas de hormigón junto a la fuente.
Más información
No existe mucha información disponible de este convento que se perdió antes de que fuera debidamente documentado. Pese a eso se pueden encontrar interesantes fotos y una información más detallada de cómo era el convento de los jerónimos antes de su demolición en la página de Inquietudes Populares.
Además ha sido incluido en la Lista Roja del Patrimonio elaborada por Hispania Nostra, lo que esperamos contribuya a su conservación.
Uno de los senderos oficiales PR-S06 se puede usar para ir desde Espeja en bici o caminando, pasando además por las cuevas de la Hoz de Orillares y el Convento de Espeja, y que nosotros hemos convertido en un itinerario circular que puedes encontrar en la página de Wikiloc
Os proponemos además un reto: descubrir desde qué tres huecos en las antiguas paredes del convento están tomadas estas imágenes. Recorriendo toda la zona os podréis hacer una idea de la gran extensión de territorio que controlaban los monjes.