El 17 de marzo nos fuimos de excursión familiar a visitar Atapuerca, que está a algo más de una hora de nuestras casas. Para visitar el yacimiento hay que reservar un autobús que sale desde el Museo de la Evolución de Burgos y recoge gente en el Centro de acceso a los Yacimientos de Atapuerca (CAYAC). Nosotros ya conocíamos el museo de la Evolución, por lo que optamos por empezar la visita en el CAYAC, situado en las afueras de Ibeas de Juarros.
Podéis consultar los horarios aquí. En nuestro caso salimos como a las 9:30 de Espeja de San Marcelino, estuvimos un rato tomando algo en el pueblo y visitando las exposiciones del CAYAC, y tomamos el autobús a las 11:15. El coche lo dejamos en el aparcamiento del CAYAC, que es gratuito y tiene espacio.
En el autobús nos recibió la que sería nuestra guía, una chica encantadora y apasionada de la arqueología y de Atapuerca. Por lo que nos contó, en verano participan en las excavaciones y el resto del año trabajan en las visitas guiadas.
Al llegar a la excavación nos impresionó la gran zanja dónde están los restos. Se trata de la llamada «Trinchera del Ferrocarril«, que se construyó a principios del siglo XX para transportar piedras por el valle de Atapuerca. Fue abandonado tras pocos años de uso, pero las obras realizadas permitieron descubrir algunos gran cantidad de restos fósiles que nos ayudan a entender la historia de la humanidad.
Así, en 1992 comenzaron las excavaciones en este yacimiento, y desde entonces han aparecido muchos restos de distintas especies de homínidos y animales, entre los que se encuentran algunos de los más antiguos de Europa. A día de hoy aún continúan las excavaciones, y el público general puede visitar las denominadas Sima de los Huesos, que es el mayor yacimiento de fósiles humanos de la historia, con un mínimo de 20 individuos, la Sima del Elefante, con los primeros restos de humanos, la Gran Dolina, con restos de «Homo antecessor», y la Galería que, junto a la cueva de los Zarpazos, son muy interesantes de visitar. En ambas el guía va explicando cómo vivían los hombres de la época, y todo resulta muy sencillo de ver y entender al estar las cuevas partidas por la mitad por la vía del ferrocarril.
Además durante la explicación el guía va mostrando diferentes calaveras de distintas especies de homínidos, y explicando las diferencias que explican entre ellos. Nos gustó especialmente la claridad y el cuidado en la exposición, que se centró más en aclarar todos los interrogantes que aún tenemos, que en intentar rellenar huecos con datos inexactos. Así, aprendimos que es muchísimo lo que aún nos queda por saber, lo que incentivo nuestra curiosidad y la de los muchos niños que nos acompañaban en el grupo. Esto fue muy sincero y didáctico, y nos hizo entender que la mayoría de los datos que tenemos sobre la prehistoria son suposiciones obtenidas con muchísimo esfuerzo y muy poca información.
De hecho, nos pareció especialmente interesante un comentario que hizo al preguntarle sobre las costumbres de otras especies de homínidos, cuándo dijo que la inteligencia es algo muy difícil de medir. Ciertamente, hay especies con mayor y menor tamaño de cerebro, y aún no sabemos exactamente qué es lo que ha hecho que desarrollemos tanta consciencia de nosotros mismos.
Tras visitar el yacimiento volvimos al autobús y continuamos hacia el Centro de Arqueología Experimental (CAREX) de Atapuerca. Allí hay unas exposiciones interactivas muy bien montadas, dónde niños y mayores disfrutamos intentando hacer fuego, tejer, descubriendo los diferentes menús de la humanidad a lo largo de la historia, y adentrándonos en distintos refugios que ha construido para resguardarse.
Al rato la guía nos volvió a juntar a todos para visitar el parque temático, al que no se puede acceder sin guía. Ahí fuimos pasando diferentes lugares con explicaciones reales y muy participativas, dónde pudimos pintar una pared usando un aerógrafo rústico, tallar una piedra para cortar carne, cazar con lanza y arco y hacer fuego con piedras o palos. Cada uno de los pasos era detalladamente explicada por la guía, que además iba haciendo una cronología de los distintos inventos de la humanidad a lo largo de la historia.
En cualquier caso, bravo por nuestra guía, que nos hizo la visita inolvidable. Además, para rematar la mañana, fuimos a comer las famosas «alubias de Juarros«, cómo es tradición.
Tras la agradabe comida y el descanso, volvimos hacia Espeja de San Marcelino, y a la vuelta paramos en Salas de los Infantes. Allí aprovechamos para comprar cecina de fabricación propia en la tienda de embutidos «El Pelayo», de la que ya os hablamos aquí. Aunque lo pueda parecer, esto no es un anuncio ni nos llevamos comisión, es sólo un sitio que nos gusta y cómo tal os lo recomendamos. También es verdad que a nosotros nos encanta el embutido, todo el de cerdo lo elaboramos nosotros mismos en nuestra matanza, y lo único que compramos ocasionalmente es nuestra adorada cecina o algún torrezno de Soria.
En Salas de los Infantes y sus alrededores también nos quedaban visitas por hacer. De este modo, fuimos a Castrillo de la Reina, siguiendo por un camino de tierra hasta el impresionante árbol fósil de Matalaguna. Tiene más de 16 metros, y con unos 120 millones de años es uno de los más antiguos de la península ibérica junto con los árboles fósiles de Hacinas de los que os hablamos aquí. Para saber más sobre él podéis visitar el Centro de visitantes del árbol fósil de Hacinas.
Continuando por el camino de vuelta a Salas, paramos también en el yacimiento de icnitas de Costalomo. Hace tiempo que queríamos visitarlo y la verdad que nos gustó mucho el entorno y la visita, aunque después de haber estado por Tierras Altas de Soria, cómo contamos aquí, debemos decir que las huellas nos decepcionaron un poco. También es cierto que no somos expertos y nos costaba bastante discernir las huellas, además que no fuimos capaces de encontrar las huellas de garras que han dado fama a este lugar ¡A ver si alguien nos da algún consejo y volvemos!
Con esto ya sí dimos por concluida nuestra excursión, y volvimos a Espeja de San Marcelino a cenar junto a la barbacoa, rodeados de naturaleza, y tras un intenso día vivido en el pasado.